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2011/09/05

Si también eso variara

Cuando se hace un experimento, uno de los requisitos del método científico es que pueda ser reproducido por otros.

Por ejemplo, si algo ocurre en un lugar A, bajo ciertas condiciones, debe ocurrir del mismo modo en cualquier otro lugar B, bajo las mismas condiciones.

Se supone que están completamente determinadas las condiciones bajo las cuales algo ocurre. Y hay ciertas condiciones que suelen estar incluidas de antemano. Como que el resultado es independiente del lugar, del tiempo o el experimentador.

Cuando algunas de estas cosas influyen en el resultado, es más difícil preparar un entorno en el que reproducir el experimento.

Pero debajo, hay aún un supuesto más: que el principio, o ley, cuya manifestación se pretende observar, es constante. ¿Por qué?

Si no lo fuera, sería aún más difícil reproducir el experimento. Imagine, por ejemplo, que la gravedad, además de depender del lugar, del tiempo y del observador, tuviera un principio, o ley, que variara con el tiempo. Imagine que todas las leyes físicas que conoce fueran válidas sólo en estos siglos, y que fueron distintas hace tiempo, y volverán a serlo dentro de poco. Imagine que cosas que se han vuelto tan comunes, como la electricidad, dejaran de pronto de funcionar. Y que otras, hoy consideradas mitos, se hicieran otra vez evidentes.

Es interesante pensar en por qué fue en cierto momento natural suponer que los principios de la naturaleza eran como leyes absolutas. Quizás porque era eso lo que deseábamos. El amparo de algo mayor, seguro, absoluto. Algo que pudiera suplir al Dios que se usaba para perseguirnos. Quizás lo que ahora buscamos más es que simplemente sea verdad. Y estamos más dispuestos a admitir que la verdad puede tener algo, o mucho, de caos.

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