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2009/08/22

Aprobación

Hay quizás una atracción natural hacia las personas hermosas, pero yo pienso que el aspecto cultural tiene que ver mucho más de lo que pensamos.

Casi todo en el mundo nos empuja a vivir necesitando la aprobación de los demás. Que nuestros padres nos aprueben. Que nuestros maestros nos aprueben. Que nuestros jefes nos aprueben. Que nuestra familia y amigos nos aprueben. Que nos apruebe cada persona que pueda significar algo para nosotros; cualquiera cuya aprobación signifique estar a salvo. Que nos amen, para que esa aprobación sea incondicional, y así poder, al fin, descansar.

Casi todo el mundo nos empuja a vivir buscando la aprobación afuera y no dentro de nosotros mismos. Para el mundo es cómodo que así sea, porque de ese modo manipulando el ambiente puede manipular a cualquiera.

Es molesto para el mundo que haya gente que no necesite la aprobación de los demás. Llamará irrespetuoso o rebelde a cualquiera que se atreva a cuestionar los actos de alguien que ha sido designado como superior. No importará que tenga razón, porque para ellos es el quebrar la estructura de aprobación algo más grave que equivocarse. Porque no saben qué hacer. Porque cuando se ha renunciado a ver la propia verdad durante tanto tiempo, es difícil volverla a distinguir, y sin esa guía es como andar ciego en el mundo que los rebeldes descubren cuando encienden la luz. Pierden el control. Así que tratan de apagarla, aunque esté dentro del corazón del rebelde. Para que todo siga oscuro, y puedan seguir viviendo como se aprobó que lo hicieran.

Así que, a pesar de que no lo pensemos conscientemente, estar con una mujer hermosa puede ser para buscar la aprobación a través de ella.

Entonces, si se logra estar con ella se espera que a partir de allí todo será mejor. Porque inconscientemente se ha hecho lo correcto, y se nos ha enseñado que cuando hacemos lo correcto todo estará bien.

Pero si no se logra estar con ella, o si se descubre alguna aún más hermosa, se la empieza a anhelar. Si es muy difícil alcanzarla, tal vez se auto desapruebe, ceda a la tentación y pague a alguien para que lo haga sentir mejor. Alguna lo suficientemente hermosa. Pero es como una espada de dos filos, porque aunque en secreto puede sentir que es aprobado, en público no vale nada, y se hunde más en la propia desaprobación. Comenzará a buscar más y más belleza, a coleccionar, y pensará que es natural que los hombres sientan del modo que él siente. Tampoco valorará las relaciones que otras parejas logren; porque si en alguna pareja ella no le parece tan bella, entonces su pareja será un fracasado; y si en alguna relación sí le parece bella, entonces la deseará para sí mismo.

Y por una razón tan simple como la necesidad de aprobación de los demás, se va tejiendo una vida llena de complicaciones e infelicidad, pensando que todos los demás sienten lo mismo que él. O que deberían si saben lo que es bueno. Sin preguntarse si es saludable esa manera de pensar.

Las mujeres también pueden buscar a un hombre por la misma razón. Y después de tenerlo descubrir que no le da la protección y el respeto que esperaba. Y anhela algo mejor. Tal vez podría seguir el camino que siguen los hombres, pero la necesidad de aprobación la conduce por otra ruta. Resalta en su pareja las cosas que esperaba de él pero no tiene. Desdén en lugar de amor. Hasta que nada queda. Entonces ella puede buscar a alguien más, lo suficientemente hermoso, o fuerte, o poderoso, que la acerque a la aprobación que necesita.

Somos como los conductores de nuestras vidas, pero si nos dejamos ir, nos llevarán.

Una persona puede conseguir un auto nuevo, bello, grande, pequeño, dañado, o viejo. Puede conducirlo bien o mal; por caminos oscuros o soleados. No importa lo que haga, la persona que lo conduce es la que cuenta. Si manejó mal, es cuestión de tiempo para hacerlo mejor. Si a alguien no le gustó su auto, eso no cambia lo que esa persona es.
Del mismo modo, más allá de lo que hayamos hecho, estamos nosotros mismos, nuestra autoestima, y es a ella a quien podemos buscar escuchar y complacer. Cuando buscamos complacernos en lo que hacemos, el viaje se hace más disfrutable.
Puede ser que a veces queramos la aprobación de los demás, pero deja de ser una necesidad. Lo que importa es la aprobación que nos damos a nosotros mismos.

Lo irónico es que, para que esa luz interna pueda ser apreciada por los demás, no tenemos que necesitar que lo hagan. Es como estar afuera para contemplar el fuego de tu lámpara; al hacerlo dejas de cuidarla como es debido y se apaga.

Vivir necesitando la aprobación de los demás es una ilusión. Es vivir postergando la propia aprobación hasta que el eco de su llamado parece haberse desvanecido. Es más saludable vivir para la propia aprobación, aún cuando parezca que todo el mundo no lo entiende.

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