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2010/03/18

El Hombre-Langosta

La langosta es un pequeño insecto solitario e inofensivo.

A veces, como cuando la comida escasea, se vuelve más gregaria y comienza a formar grupos con otras langostas.

Cuando el número de langostas alcanza cierto nivel y se hace frecuente el rozar accidental de sus patas traseras, aumenta su nivel de serotonina, y se empieza a producir un cambio físico. Su color se hace más oscuro, sus músculos se endurecen, se hace más grande.

Así, se vuelve una más de las millones de langostas del enjambre capaz de viajar miles de kilómetros devorando lo que encuentre a su paso.

Pero si las condiciones no se dieran, la solitaria langosta viviría y moriría tranquila, sin transtornar nada.

En libros como "El Zoo Humano", Desmond Morris observa el comportamiento humano desde una perspectiva amplia. Muchas especies empiezan a exhibir un comportamiento transtornado cuando la densidad de su población pasa de cierto número. Muchas personas por area, poca area por persona. Como los animales confinados en un zoológico, podemos empezar a exhibir stress, conducta repetitiva, violencia, etc.

Tal vez en las ciudades nos ocurre como a las langostas. Vivimos tan cerca unos de otros que, de alguna manera, realizamos el equivalente de frotar demasiado nuestras largas patas traseras. Y se inicia el cambio.

¿Será tan sólo un cambio psiquico, o se tratará de un cambio físico también?. Me pregunto si habrá rasgos que son el sello de los habitantes de las sociedades super gregarias, que se han ido perennizando por las eras de predominio de las ciudades.

Como langostas, somos capaces de extendernos por un amplio territorio, devorando lo que está a nuestro paso.

Pienso que las personas son buenas por naturaleza. Si no fuera así, no existirían los pueblos como los de las islas del Pacífico, con gente que vive en paz y feliz. Sociedades simples y pequeñas, con amplios espacios y recursos.

Son las circunstancias anormales las que favorecen los comportamientos anormales de individuos normales. Una persona puede nacer con el gen de la diabetes, pero no la contraerá si evita las circunstancias que la favorecen.

Hay tantos problemas artificiales, derivados del simple hecho que vivir tan gregariamente como lo hacemos en las ciudades socavan la respuesta pacífica natural.

Sin embargo, en tiempos recientes, por alguna razón, hay individuos que empiezan a disfrutar de espacios y recursos más amplios y son capaces de sentir que hay formas mejores de vivir en el mundo.

A un lado del enjambre, tal vez podamos volver a ser langostas solitarias e inofensivas.

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