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2018/05/04

Lo extraordinario



Que algo sea extraordinario, para maravillarnos o para aterrorizarnos, depende de lo que consideremos que es ordinario.

Y eso depende nuestras creencias y el marco lógico que usemos para explicarnos el mundo que percibimos.

Cuando se cree que la tierra es plana, uno se puede asombrar de las historias de viajeros sobre lo que está más allá del horizonte.

Cuando aprendemos que es redonda y que cada día la gente se traslada rutinariamente entre puntos muy distantes con ayuda de aviones y otras naves, esos viajes, que nosotros mismos podríamos hacer, nos causan menos asombro.

Puede aterrorizarnos con asombro que algo invisible nos pueda dañar cuando no comprendemos lo que pasa.

El conocimiento de las enfermedades, su transmisión y tratamiento, nos ayuda a ver con menos asombro esas amenazas.

Alguien que conoce el truco puede asombrar a quien no puede explicar lo que ocurre.

Lo que creemos va cambiando con el tiempo. También el marco lógico que usamos para explicarnos el mundo.

Intuimos desde pequeños un misterio que influye en nuestras vidas. Luego, aprendemos que las cosas se pueden explicar mediante reglas mecánicas, y vamos dejando a un lado las explicaciones sobrenaturales.

Sin embargo, podemos asombrarnos también de cosas que podemos explicar. Como un arco iris, un hijo recién nacido, el brillo de la aurora. Hay personas capaces de maravillarse de cosas tan cotidianas como una flor, una sonrisa, un amanecer, o un ocaso.

Que algo sea extraordinario, para maravillarnos o para aterrorizarnos, depende de lo que consideremos que es ordinario. Cuando pensamos o, más bien, cuando sentimos.

En un mundo de ciegos, se despreciarían los relatos acerca de arco iris y estrellas. Seríamos allí videntes acallados por decir que existen un Sol y una Luna. Los amaneceres y las mareas se justificarían con explicaciones enrevesadas por las relaciones sociales y políticas que atan a los investigadores.

En nuestro mundo, hay cosas que no se toman en serio porque no podemos explicarlas. O que tienen explicaciones enrevesadas. Cosas que hacen que el lector ponga los ojos en blanco y se vaya. O que cansan al aprendiz que quiera atravesar el muro.

Si algo apareciera, de pronto, en tu habitación, te asombras del hecho extraordinario, o lo niegas con una explicación que lo vuelva ordinario. Puedes considerar espíritus, magia, alucinaciones.

Pero quizás haya un concepto que pueda dar un simple sentido a todo.

Si un ser tridimensional hiciera una huella en un universo bidimensional, el habitante de ese universo bidimensional se asombraría de ver algo apareciendo, de pronto, en su habitación. Si no puede admitir que hay otra dimensión, no puede explicar de dónde vino, o puede hacerlo con explicaciones enrevesadas.

El andar de los planetas se describían con matemáticas enrevesadas, hasta que alguien sugirió que sería más simple si fuera el Sol quien estuviera en el centro.

En el Big Bang, la infinita gravedad necesaria para contener todo el universo en un solo punto, puede ser innecesaria si admites que la explosión puede ser la huella de un chorro de agua cuatridimensional sobre el plato de nuestro universo tridimensional.

Las paradojas cuánticas surgen de explicaciones enrevesadas que quizás podrían simplificarse admitiendo un multiverso. Es decir, un universo de múltiples realidades, que vamos cruzando.

Si a veces notas en lo que ves algo distinto a lo que recuerdas, podrías explicarlo como una falla de tu memoria. Pero si consideras que hay múltiples realidades conectadas, y que estás cruzando entre ellas, entonces puedes encontrar el sentido.

Así como a las diferentes visiones sobre el pasado y el futuro. O atisbos de seres que aquí no existen.

Las paradojas surgen de explicaciones enrevesadas usando un marco lógico que ya no alcanza. La presencia de una paradoja puede ser una señal de que es necesario usar un marco lógico diferente.

Puede la aguja que corre sobre el fonógrafo creer que es la autora de la música, de las maravillosas sinfonías y las hermosas canciones. O podrá, quizás algún día, intuir un nuevo concepto, imaginar que podría ser parte de algo mayor, y eso, aunque estuviera más allá de su comprensión, diera sentido a todo.

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