Una enfermedad es algo así como que se moja el piso de la cocina.
Los médicos toman sus trapeadores y baldes y empiezan a secar lo que pueden.
Encuentran un tapete todo mojado, que no pueden secar aunque lo intentan.
Menean la cabeza y encargan al cirujano que lo saque.
Mucho mejor, asienten, con la esperanza que sus estropajos vayan dejando todo seco.
A veces lo consiguen. Pero, generalmente, luego de un rato, el piso vuelve a estar húmedo.
Y luego, todo vuelve a estar mojado de nuevo.
Los médicos no pueden hacer nada, sino extraer tapetes mojados,
o usar sofisticadas aspiradoras y secadoras, o llenar la cocina de aserrín o arena
que luego hay que barrer.
Sin esperanza en ellos, se recurre a otras terapias,
a la homeopatía, a la medicina oriental.
Ellos notan que hay un caño que está abierto, y lo cierran.
Poco a poco, se va secando la cocina.
A veces, sería más sencillo si otros no hubieran dejado
tanto aserrín y arena.
El piso está seco y la persona ya puede dormir tranquila.
Pero, al despertar, encuentra otra vez la cocina mojada.
¿Qué pasó? Se pregunta. Si cerraron el caño y secaron todo.
Mira hacia allá y lo encuentra otra vez abierto.
Lo vuelven a cerrar y vuelven a secar.
El piso esta seco otra vez y la persona ya puede dormir tranquila.
Hasta que, al despertar, encuentra otra vez la cocina mojada.
Entonces viene el de la terapia de chakras
y le muestra que, sobre el caño que cierran,
hay un cartel que dice 'ÁBREME'.
Aunque se cierre el caño,
cualquiera que reciba el mensaje
volverá a abrirlo, obedeciendo.
Quitan el cartel,
pegado con emociones,
de tristeza, miedo, ira o culpa.
El caño cerrado, la cocina seca.
La persona vive tranquila.
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