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2012/05/23

Conciencia Colectiva

Todo es análogo a todo

Un robot dedicado a sortear obstáculos puede contar con un controlador central que recibe las señales que recogen los sensores, elige el mejor camino, y ordena a cada una de sus patas el preciso movimiento para que el conjunto realice el movimiento esperado. Son muchos cálculos y se requiere una programación compleja.

En un experimento alterno, se prueba con un robot que carece de controlador central. Cada pata tiene su propio sensor y su propio controlador, más pequeños y limitados. Dedicados a esa única pata, su única misión es resolver su propio avance lo mejor que pueda. De las demás, cada una se encargará por su cuenta.

Lo sorprendente es que el experimento funciona muy bien. Más de lo que uno esperaba. El robot con patas independientes se comporta como si poseyera un avanzado algoritmo de sorteo de obstáculos centralizado. Es como si la inteligencia limitada de cada pata contribuyera a una especie de inteligencia colectiva de mayor alcance.

Los humanos tenemos la tendencia a humanizar las cosas. Medimos el universo con la vara del hombre. Antropomorfizamos a los animales, las plantas y las cosas, cuando algún comportamiento o evento nos recuerda a una forma de ser humana. No importa si realmente la zorra es astuta, si es valiente el león, si siente furia un huracán. Para nosotros así se siente y así solemos hablar de ellos.

Y esa forma de ver las cosas influye también en la forma como encaramos los problemas. Si queremos un robot que sortea obstáculos, construimos un mecanismo que imite la forma de ser de alguna criatura como un gusano, un caracol, o un insecto. Nos inspiramos en la forma de su cuerpo y su sistema de locomoción. Pero siempre según cómo nosotros creemos que son. Le damos un cerebro central, porque asumimos que así funcionan las cosas.

El concepto de una mente central que gobierna al resto del cuerpo tiene largo tiempo entre nosotros. Igual que el concepto de la necesidad de un gobernante mayor que dirija al resto de la gente.

Quizás no sea casualidad. Por ejemplo, fue cuando la gente se acostumbró a ser regida por leyes que comenzó a descubrir también leyes en el cosmos, dejando las explicaciones mágicas y arbitrarias de eras pasadas, regidas casualmente por personajes mágicos y arbitrarios.

¿Quién influye a quién? Pienso que nuestra cultura influye en la forma en que vemos el universo.

A propósito, el concepto de control distribuido se va afianzando en una época en que también vamos siendo conscientes de que la gente tiene el poder para gobernarse a si misma y que puede ser más sostenible una organización sin liderazgo.

En un sistema distribuido, cada parte posee una capacidad limitada. Sin embargo, el conjunto parece comportarse como una entidad de mucho mayor capacidad.

Hay células neuronales fuera del ámbito cerebral, en los músculos y el sistema digestivo. Al parecer, nuestra mente también es distribuida. Con ese concepto (que quizás tarde en propagarse lo mismo que demoremos en cambiar la forma de organizarnos socialmente), ¿cómo diseñaríamos a un robot que sortea obstáculos?. Tal vez que tenga patas con procesadores independientes sería nuestra primera opción. 

Si no lo supiéramos, probablemente pasaríamos largo rato tratando de imaginar el complejo algoritmo central que produjera tal comportamiento. Pero elementos distribuidos simples pueden formar sistemas de gran complejidad.

Quizás parezca un poco aventurada la comparación, pero hacemos eso mismo con nuestra propia mente, nuestro propio yo.

Tratamos de imaginar el complejo mecanismo, la compleja inteligencia, que gobierna nuestro cuerpo.

En lugar de eso, podríamos probar imaginar que cada célula tiene una inteligencia, posiblemente mucho más limitada, pero lo suficiente para hacer algunas cosas para su propia supervivencia. Por ejemplo, colaborar con sus compañeras cercanas.

Podríamos llevar más allá la imaginación y decir algo similar de los genes que forman las células.

Cada entidad viva forma parte de un conjunto mayor, que se comporta como si tuviera una inteligencia mayor.

Es difícil decir si también tuvieran una conciencia (cuántos dramas, cuántas eras de guerra y paz, de crisis y prosperidad podrían ocurrir para ellas con cada uno de nuestros latidos). Pero si, como resultado de la sinergia de todas ellas tenemos una conciencia, entonces, posiblemente ellas también la tengan, aunque de menor alcance.

Mirando ahora hacia arriba, visiblemente formamos inteligencias colectivas de varios niveles de acción. Como familia, como comunidad, como sociedad, como especie, etc. Cada mega entidad se comporta como si tuviera una mente mayor. Posiblemente también una conciencia mayor.

Imagino que sería difícil tratar con esas inteligencias o conciencias, del mismo modo que a un glóbulo rojo le costaría trabajo comprender quienes somos y lo que queremos.

También sería difícil que ellas trataran con nosotros. Tal vez tampoco nos consideren dotados de una conciencia análoga a la de ellos y traten nuestra efímera existencia con la misma inconsciencia y despreocupación con que nosotros tratamos a nuestro cuerpo.

Sin embargo, verlo de este modo me lleva a un escenario infinito de conciencias, inteligencias y existencias. Así abajo, como arriba.

Aunque tal vez todo sea porque soy humano.

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