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2010/10/26

Cuestión de ritmo

Abraham Lincoln era un buen abogado. Tenía un amigo que era muy buen abogado también, con un estilo rápido, vivaz. Lincoln, en cambio, era más reflexivo.

En cierta ocasión, Lincoln, que además era una persona con mucha gracia al conversar, comparó a su amigo con una navaja filosa; capaz de maniobrar rápidamente y rebanar la madera con precisión, y él apreciaba eso. En cambio él mismo era como un hacha; más pesada y lenta de maniobrar, pero un golpe y ¡zas!.

Pienso que es bueno apreciar lo que cada persona es capaz de hacer a su propio ritmo. A veces, uno contempla con admiración la facilidad con la que otra persona se mueve entre la música, las matemáticas, las conversaciones, o el manejo de algún artefacto o técnica. A veces, uno puede sentir que es muy lento o que todo le cuesta demasiado esfuerzo. Quizás porque nos comparan, y terminamos nosotros mismos haciéndolo también.

La rapidez o lentitud son cosas relativas. No nos sentiríamos tan lentos si no nos comparáramos con alguien más rápido. La velocidad puede ser una virtud pero, así como hay diferentes tipos de inteligencia, hay formas diferentes de percibir el mundo y procesarlo. Están los velocistas y están los maratonistas. Hay quienes necesitan masticar con lentitud cada bocado que reciben. Necesitan sentir el sabor, ubicarse, darse su tiempo para comprender. Si uno es así, hay que apreciarlo, aunque los demás vayan ya por su segundo plato. Sin compararse, sino simplemente apreciando y respetando las diferencias y comprendiendo que cada una, con su propio ritmo, existe por alguna razón.

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