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2019/04/19

Hábitos legados

La gente se adapta.

Si hay algo averiado durante algún tiempo, la gente se adapta a la situación, se habitúa a compensar la situación, y muchas veces esos hábitos raros persisten aún tiempo después que la avería ha sido reparada.

Se sigue levantando la puerta al abrir, aunque la bisagra ya haya sido reparada y funcione bien. Se sigue levantando con cautela una tapa, aunque ya no esté rota. Se sigue levantando con un dedo la montura de unos anteojos, aunque ya los hayamos cambiado por lentes de contacto.

Por eso no es conveniente vivir en ambientes donde hay largo tiempo cosas sin atender o por las que nada puedes hacer, y donde debes adaptarte a esas fallas para poder estar ahí.

La gente que se adapta a un ambiente dañino, puede seguir despertando en la noche, temerosa ante el ruido del padre borracho, aunque él ya no esté.

Ante los mismos estímulos, la gente no reacciona de la misma manera. Y esos hábitos pueden tener mucho que ver. Algo que inspira a alguien a hacer más, puede sentirse como una bofetada por otra persona.

La gente se adapta. Es más saludable cultivar un ambiente bueno.

Si algo cambia es mejor que pueda cambiar fácilmente

Es mejor un sistema con una mejor capacidad de hacerle correcciones.

Por ejemplo, escribir en un cuaderno es mejor que hacerlo en piedra.

Entiendo que puede haber preferencias sensoriales sobre sentir la piedra o el papel, o cual medio puede ser el más perdurable o accesible, pero a lo que me refiero con "mejor" es mejor para soportar nuestras acciones sobre ellos, ensayar en la incertidumbre, descubrir el resultado que buscamos e irle dando forma.

De modo similar, es mejor un plan que no esté escrito en piedra sino en un cuaderno, a lápiz, dónde no haya miedo corregir: de garabatear, probar, equivocarse, borrar, volver a intentar, en la búsqueda de aquello que queremos retratar.

Educar

Un método de enseñanza muy común es el de proyectar en el aprendiz lo que nosotros hubiéramos querido en su lugar. Que nos tuvieran más paciencia, que nos dijeran las cosas con más claridad, etc.

Igual con la educación de los hijos. Es muy común proyectar en ellos lo que nosotros hubiéramos querido en su lugar. Lo que no tuvimos, lo que nos faltó.

Sin embargo, el hijo está ahí, el aprendiz está ahí. Ninguno de ellos eres tú. Ambos son únicos, irrepetibles. Y la verdadera misión de educar no es proyectarles para siempre nuestra luz en su camino, sino que descubran su propia luz y aprendan a iluminar su propio camino.

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