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2009/12/09

Hallando el camino

A veces, vives esperando la mano que te salvará.
La que te dará refugio, y te guiará por caminos felices.

Después de mucho deambular, has seguido la voz hasta aquí.
Y sabes que la encontrarás al cruzar la puerta.
Hacia la que avanzas, con temor.

Sientes al destino, que esta cerca.
Y a las olas de las distracciones,
que vienen como cada vez.

Pero ahora es diferente.
Quizás quisieras sentirlas más.
Que te demoren, que te alejen.

Porque dentro de ti está el miedo
al dolor de no encontrar a nadie.
A veces parece más dulce
jamás saber, que hallar la desilusión.

Pero ahora es diferente.
A pesar de todo has llegado.

Abres la puerta y ahí está, una mano extendida.
Te saluda, la observas.
Buscando distinguir cuando te señale el camino que debes seguir.

Antes de que termine de hacerlo, entiendes
que no será ella quien te salvará,
ni te cuidará, ni te guiará.
Nadie lo hará.

Al tomar conciencia de eso,
algo dentro de ti surge,
y, como desde arriba,
te ves a ti mismo, así como eres.

Desde ahí, te preguntas qué puedes hacer para salvarte,
para cuidar de ti, para averiguar a dónde ir.

Y sonríes al ver la mano señalándote.
Ahora lo entiendes.

Lea también: Hallando el camino (2)

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