Amar a una mujer, solamente,
es como amar a uno de tus padres,
a uno de tus hermanos,
a uno de tus hijos,
y a nadie más,
simplemente porque así dice alguien que debe ser,
en lugar de saber aceptar lo que dice tu corazón,
que lo que está frente a ti es más real,
que el cuento de un solo lazo.
Si puedes amar a tus dos hijos,
tan fuerte, tan diferente, tan cierto,
siendo absurdo que te prohíban amar a más de uno,
es absurdo que limiten así nuestro amor por una compañera.
Cierto que algo dentro de ti se escandaliza,
algo dentro de ti se indigna,
cuando está herejía hiere
el eco de las mil voces
que cantan lo que te han enseñado a creer.
Y, sin embargo, se mueve,
el sentimiento reconocido,
aunque no sepamos qué lugar darle
en las convenciones de nuestro mundo.
Pero no por ser incómodo,
podemos negar que está ahí.
Cuánto sufrimiento se evitaría,
cuánta hipocresía innecesaria,
con tan solo aceptar que es posible,
y que no tiene nada de malo ni perverso.
Qué extraño descubrír
que aquello que creías santo quizás no lo es tanto,
y que algo se haya vuelto malo
simplemente por decir que así es,
negando lo que en verdad
conoce tu corazón.
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