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2010/02/15

Vivir tus sueños

Algunos hemos pensado que podemos dejar nuestros sueños para más tarde.

Quizás porque nos convencemos de que es similar a cuando, de niños, dejamos las cosas que nos gusta hacer para después de terminar la tarea que debemos hacer.

Algunos logran postergar sus sueños indefinidamente.

Logran vivir ignorando su estrella para poder mirar en otra dirección.

Logran vivir ignorando el dolor para poder hacer lo que deben.

A veces, las luces de la fama, o el calor de la aprobación, lo hacen más llevadero.

Pero no siempre habrá ese consuelo.

Cuando todo está oscuro y no hay nadie más. Cuando no puedes mirar a otro lado ni huir a ninguna parte, es esa luz la que aún espera, y ese canto el aún te llama.

Son los ojos y la voz de quién aún mantiene su apuesta en tu existencia única.

Ignorar los sueños te adormece. Te lleva a pensar que hay cosas imposibles. Te empuja a una esquina donde te sientas seguro. Te esconde las alas como una marca de vergüenza.

Y, cuando tengas hijos, o alguien cercano a ti, con el valor de seguir sus sueños, no lo comprenderás, porque no sabes lo que se siente.

No entenderás a quienes navegan con las estrellas, planean en el viento, o siguen el compás de una música desconocida.

Es más fácil para quien tiene poco decidirse a dejarlo que para quien tiene mucho, pero son dos amos distintos, tus sueños y el mundo, a quienes no puedes servir al mismo tiempo.

Vivir tus sueños tal vez te deje vivir también en el mundo que aún existe, pero de un modo que no imaginas, ni entiendes, hasta que lo haces.

Es la existencia gris de una vida de sueños postergados lo que hace el frío que sientes cada lunes, al tener que  ir al trabajo. La que hace que sea fácil renunciar a tus opiniones frente a las de tu jefe, o tu cliente. La que hace que sea normal hacer sólo tu trabajo, cumplido en una escala aceptable. Y, a veces, ni eso.

Es un mundo infeliz aquel en el que todos han aceptado vivir renunciando a su verdadera libertad.

El mundo nuevo es el que está surgiendo con gente que honra sus sueños. Aparecen en cualquier lugar, a tu lado, en tu familia, de pronto, llegando en silencio, sin que lo esperes, siguiendo sus sueños como si no hubiera alternativa.

La alternativa que te llevó a este mundo que se queda atrás.

Si quieres venir, no puedes engañarte. En lo oscuro, mira dentro de ti mismo. En el silencio, escúchate. Aprende a caminar otra vez, ahora bajo tu estrella; a bailar otra vez, ahora con tu música; a ser lo que sientes que eres en verdad.

2010/02/06

Los propios sueños

Ahora no tengo hijos. Habrá un futuro con ellos. Pero contemplo los hijos de los demás. La forma en que son criados. Me contemplo a mí mismo. La forma en que pienso.

Creo que alguna vez mi padre pensó, o sintió, algo que sus padres no entendían. También mi madre. Y yo. Espero poder recordar eso. Que cada hijo tiene el derecho de tener su propia existencia, sus propias ideas y sus propios sentimientos.

Creo que todos tenemos sueños. Algunas personas se casan, tienen hijos, y piensan que renuncian a sus sueños, pero en realidad no lo hacen, sino que se los pasan a ellos. Los sueños de los padres buscan sobrevivir. Así que, conscientemente o inconscientemente, proyectan sus sueños en el futuro de sus hijos; buscando que tengan la oportunidad de elegir el camino que ellos soñaron alguna vez recorrer.

Pero los sueños de los hijos también buscan sobrevivir. Y, conscientemente o inconscientemente, se resisten a simplemente aceptar lo que sus padres les designan. Porque hay designios que se tejen sin preguntar qué piensas o qué sientes.

Algunos, con el tiempo, resisten menos, aceptan, olvidan algunos sueños propios. Algunos hijos terminan viviendo algunos de los sueños de sus padres, sin disfrutarlos. Algunos padres olvidan otra vez sus sueños.

Pero otros persisten en un futuro propio. Hijos que lo hacen aún a costa de alejarse de las raíces del árbol cuya sombra podría cobijarlo. Padres que renuncian a intentar vivir a través de los hijos. Gente que honra sus sueños.

Hay semillas que vuelan lejos, a lugares que ni imaginamos. Hay sueños que no podemos comprender, sólo respetar.

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